lunes, 14 de octubre de 2013

Yo me banqué la dictadura

En estos días circuló un video del candidato a diputado Juan Cabandié patoteando a Belén Mosquera, una agente de tránsito que pretendía labrarle una infracción de tránsito.  El video, para el que no lo vio, es este.

- Lo más escandaloso de esta escena quizá sea la utilización mezquina de la historia con fines utilitarios. Cabandié le dice a la agente de tránsito "yo soy hijo de desaparecidos", "yo me banqué la dictadura", como si eso lo colocara más allá de toda legalidad.

- La situación parece cómica, casi caricaturesca. Alguien que apela a su condición de "hijo de desaparecidos" para zafar de una multa de tránsito. Pero es sintomática del estado actual de la discusión sobre la dictadura de 1976, de la utilización del pasado traumático para dirimir cuestiones políticas de actualidad.

- Por citar sólo un ejemplo, tenemos el caso de los hijos adoptivos de Ernestina Herrera de Noble, víctimas del divorcio entre el gobierno y el grupo Clarín. Desde el aparato de propaganda del gobierno, se promovió la idea de que los hijos adoptivos de Noble habían sido apropiados irregularmente durante la dictadura, y como eso tenía un rédito político inmediato, se los obligó a entregar material genético. Como ellos reivindicaban su derecho a no querer cruzar su material genético, desde el Estado se alimentaron las sospechas acerca del origen espurio de esa adopción. Finalmente, el cruce de datos dio como resultado que ni Felipe, ni Marcela habían sido apropiados, pero la disculpas por parte del Estado nunca llegaron.

- ¿Será este el resultado 'lógico' de la insprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad?

- Existen víctimas que van a ser víctimas para siempre, a las que nadie puede hacerle ni una multa de tránsito porque "son hijos de desaparecidos".

- Al mismo tiempo existen potenciales víctimas que son transformados en victimarios, y perseguidos por todo el aparato estatal. Estos últimos, no pueden decidir cuestiones mínimas sobre su cuerpo como elegir entregarle una muestra de ADN al Estado o no.

- Pensando en torno a estos temas, uno se da cuenta que no hay ni un desvío lógico, ni un exabrupto en la cámara oculta de Cabandié. Lo que le dice al agente de tránsito, aunque se lo diga en un momento de calentura, se corresponde a la perfección con una línea argumental con la que Cabandié comulga. A su entender, la sociedad actual le debe pleitesía por ser hijo de desaparecidos.

-En el debate que tuvo lugar en TN la semana pasada, al tocar el tema 'sensible' de la dictadura y la memoria, Cabandié intentó monopolizar la palabra. Le dijo a Carrió que lo deje hablar porque "de eso" él sabía. Y ahí empezó con un largo soliloquio, repleto de lugares comunes y tono emocional. Llevó el debate a un terreno donde no se puede intercambiar ideas, y sólo es posible la conmiseración.

- Carrió, sin embargo, tuvo la lucidez de recordarle a Cabandié que los "crímenes no son hereditarios", y que él como hijo de desaparecidos lo debía saber. Cabandié, incómodo por esa verdad de perogrullo, la acusó a Carrió de querer decir que sus padres eran criminales. Carrió le explicó que no se refería a sus padres biológicos, sino a sus padres adoptivos-apropiadores, que también tenían hijos biológicos, y que estos últimos no necesariamente son criminales. Y luego le dijo que, si la había entendido mal, le pedía disculpas.

- ¿Importaba si Carrió se estaba refiriendo a los padres biológicos o adoptivos de Cabandie como criminales? ¿Hay crímenes que son hereditarios y crímenes que no lo son? ¿De qué depende?


- Habría que dejar de lado lo emocional, cuando se debate en política. El amor y el odio pertenecen al ámbito privado, no a la esfera pública.



miércoles, 14 de agosto de 2013

El orden del discurso

Este blog aparece como el residuo de un diálogo imposible. Un diálogo que se resiste, que aparece truncado antes de empezar.
¿Entre quiénes? ¿Quiénes no pueden dialogar? ¿Para quién es una tarea imposible? Para nadie, sólo para el que tiene miedo, para el que no quiere 'problematizar' sobre las 'condiciones objetivas' de la realidad, para el que no 'quiere dar el debate' acerca de los 'procesos que estamos viviendo en la actualidad'.

Existe un discurso que se impone, que es cuadrado, prepotente, ajeno a toda instancia de diálogo real. ¿Dónde nace? No lo sé. Pero se legitima en la academia, y desde allí comienza a propagarse.  Un discurso con un 'cuidado marco teórico', pero con todas las taras mentales de la academia. Gente muy ocupada en la obtención de becas y de subsidios, que ha olvidado la necesidad de pensar honestamente.

Intelectuales de primer nivel, licenciados, doctores, post-doctores, que citan a Foucault, que citan a Deleuze, y a Derrida, pero que no se atreven realmente a 'cuestionar las condiciones de producción' en las que se desenvuelven.
"¿Cuántas becas daban en el 2001? Ahora salen muchas becas, hay mucha plata puesta en la universidad", dicen sonriendo. ¿Mucha plata? No tanta, muchísima menos de la que gana el peor amigo de Jaime. Pero suficiente para que ellos abandonen el pensamiento crítico.

¿Y cómo circulan las ideas en cualquier ámbito escolar? En buena medida, por identificación. Desde el secundario, y siempre con espanto, he observado a compañeros identificándose ridículamente con el punto de vista del profesor. En un contexto universitario, y bajo formas no mucho más complejas, se da el mismo fenómeno.

Pero me fui por las ramas. Perdón. Son años de asistir a este fenómeno, y este es sólo un primer intento de darle forma.
Desprolijo, caótico, confuso, pero cansado de justificarse.